lunes, junio 09, 2014

Morir de verdad...

La relaciones humanas son complejas, quien diga lo contrario, o que nos pase la receta de lo que se mete, o simplemente no ha madurado lo suficiente para entenderlo.
Con forme pasan los años, quienes deseamos por lo menos llegar a cierta edad con algo más que contar a los nietos que los programas de tv que viste o quienes fueron los presidentes que conociste, enfrentamos la vida con todos sus matices, con lo bueno y lo malo, y es a partir de ahí que uno toma las decisiones que siempre, siempre, van a afectar nuestra existencia, para bien o para mal. Por ende coincido con aquella máxima que dice "no hay errores, solo decisiones que en su momento  parecieron buenas".
Hoy de nuevo (y afortunadamente) enfrento esas complejidades, y he metido en el paréntesis la palabra porque en mi particular sentir, estas cosas me hacen sentir vivo, y de cada una de ellas trato de aprender todo. Soy muy racional a veces, pero principalmente son mis emociones las que me llevan a no encerrarme en un cubo y ver solo al mundo desde una pequeña rendija.
Prefiero sentir el calor en mi piel de un sol abrazador, o el frío húmedo de mi montaña, así como la lluvia torrencial o simplemente la quietud de una noche silenciosa, a observar todo desde un televisor o porque me lo han contado o porque lo he leído. Así mismo es con la gente, prefiero ser yo mismo y que cada quien reaccione a su modo, a aparentar lo que no soy en espera de que todos me traten "bonito" y con cariño, así cual es el chiste. ¿De dónde saldría la experiencia de una mala relación, o de una buena amistad, o de una cruel traición, o de un gran apoyo, o de una enseñanza de vida vertida en un consejo? Simplemente seríamos pubertos eternos. Seres en perenne crecimiento y nunca una mínima consolidación de nada.
Pues si, al final se siente de la chingada lo malo, y a toda madre lo bueno; y en el entendido de que entre más se llene la vida de eso, más vivo podemos llegar a la muerte y de esa manera, al final, no arrepentirnos de nada. Eso sí, muy a mi estilo, no dejaría de pasar la ocasión de ver que tal besa.
Seguimos caminando, que la vida es eso y nada más.

sábado, mayo 10, 2014

Distancia

¿Qué siente el árbol cuando son cortadas sus raíces? ¿Cuándo pierde aquello que le sostiene y le da motivo para seguir existiendo?
¿Es acaso tan cruel como sentir que el oxígeno va faltando poco a poco? ¿O es tajante como un disparo al corazón?
Ahora siento que la bala atraviesa mi alma poco a poco y que el oxígeno falta cuando por los minutos busco tu presencia y se que la distancia es la que está.
No te lloro por la ausencia, no te lloro por la cotidianidad, no te lloro por el simple amor. Te lloro por que simplemente deberías estar, deberíamos continuar, deberíamos respirar juntos.
Y sin embargo me abrazo a ella como si fuera un naufrago que se lanza al océano para que alguien le vea y rescate. La miro y respiro, pero es otro aire, es otro oxígeno, son otros minutos.
No sé si sea cobardía, o un amor tan grande lo que me impide llamarte y regresar tu diminuto cuerpo a mi.
Solo sé que hoy esas distancias deben crear nueva corteza a nuestras raíces, esas que se entrelazan entre nosotros para que, como en otras vidas, sigamos siendo una sola alma.
Ahora solo se que la veo y sigo caminando, no sé hasta dónde, no sé hasta cuándo. Mis noches no son las mismas, porque no es lo mismo ver la belleza de unos ojos que matan, a la hermosura de un respiro dado al mismo tiempo.
Si, te extraño. Pero te prefiero extrañar a odiarte. Prefiero la maldita distancia al estruendo de palabras salidas de lo mas gris de nuestros sentimientos.
Te prefiero lejos, a cerca, muy cerca, lacerando mi cuerpo con tus uñas, dañando el amor con gritos de auxilio en pleno desierto.
Lejos, mejor lejos y esperar que de nuevo el camino nos deje encontrarnos así como la primera vez, al azar, al destino, al cambio de polaridad en nuestras brújulas.
Mientras me endulzo el oído con su voz, me he lanzado al vacío atado a la cuerda que espero este sujetada a la raíz que hoy se renueva.
¿Duele mucho perder el soporte que mantenía la cordura en tu mente? No lo sé.
Pero las noches de soledad grito tu nombre a la almohada y la consuelo después con un: volverá.