miércoles, abril 14, 2010

"Era una noche cualquiera..."

¿Cómo explicarse uno mismo nuestros actos impulsivos? Instinto podría ser. Pero que nadie se llame a defraudado, llegamos por propio pie. Una noche más en el concierto de vagancias bohemias, derroches de canto, de sentimientos y pasiones, de risas y llantos, de amor y su ausencia. Estaba ahí, cual gurú regresando de un año sabático, fresco como solo la sexagésima edad lo permite. Dense prisa, oh timoratos, si le quieren enterrar, pues tiene la costumbre de resucitar. Y ahí está, el amigo de causas perdidas, degenerado y otrora mujeriego. Senseí de los que levantamos la falda a la luna y salimos como gatos sin dueño a los callejones de las noches perdidas.

Repeliendo los fanatismos que degeneran en fundamentalismo, tomo por asalto una butaca y me presto a observar el espectáculo de la libertad, de la desnudes de moralinas, del descaro de admitir que ya brindó a la salud del Diablo, y yo también. Ya no hay en él estridencias, ni excesos, paso de la "raya" por pasar por el aro de las posibles facturas por pagar, sin saldo y en números rojos. Y aquí esta, como un chaval de cuarenta y diez, que parecen cuarenta y nueve, ya entrados en sesenta. Con más emoción contenida que euforia; y eso lo hace más íntimo para quienes pasamos de aquello de desgarrar la laringe con gritos desesperados, de esos que se lanzan al cielo buscando la respuesta divina; eso no, acá las cosas ya son más simples: observamos, sentimos, cantamos y alzamos la voz de vez en vez en los interludios de cada poema hecho canción. Poco los salmos mundanos se fueron cumpliendo, unos responsoriales, otros silenciosos, pero en todos nadie perdió detalle. “Uno canta la misma canción, otra noche en el bar de la esquina, cerca de la estación donde duerme un vagón, cuando el tiempo amenaza rutina”. Y nos dio lo que cada uno esperaba. Su pedazo de paraíso terrenal.

¿Quién fustiga la fe en lo mundano? ¿Quién raya el cuaderno del otro? ¿Quién inventa pecados gastados? ¿Quién señala la viga en el ojo? ¿Quién impide la rima satírica? ¿Quién se ofende por la dicha del vecino? ¿Quién se amarga la vida en vitrinas? ¿Quién se siente pez en el mar del olvido?

No volteemos a ver los calendarios que amenazan con contarnos nuestra vida. Para que malgastar los minutos cuando no sabemos que nos espera detrás de la esquina. Mejor disfrutar de este mundo, aprender a vivir lo imposible, que para los tiempos confusos, rudos, ruines, criminales, en los cuales andamos día a día, lo imposible se traduce en alegrías, en canciones, en bebidas, en amigos, en amores, en trasnoches, en lujuria, en libertad, en tranquilidad, alejados de la bisutería. No volteemos a ver los calendarios, porque tal vez nos dirían, que “era está una noche cualquiera, puede ser que fuera trece, qué más da, pudiera ser que fuera martes”. Hoy Sabina entonó su poesía y encaró de nuevo al enemigo, ese que cada día le cava las fosas, donde, os lo juro, no pretende dormir todavía. Amén.

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