jueves, julio 21, 2011

"parece que fue ayer cuando se fue..."



Era un lunes ocho de agosto del año dos mil siete, el día nublado pero sin lluvia, me desperté temprano para poder llegar a mi cita. Eran ya las nueve y viajar desde Morelos hasta el metro Lindavista lleva su tiempo. Parado en la esquina escuchaba en mi teléfono la rola de Beck “Everybody's gotta learn sometime”, la escuchaba una y otra vez porque apenas el viernes anterior la pude conseguir en internet, es el tema de una de mis películas favoritas: “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, la cual a mi me trae bastantes de ellos. Parado en esa esquina de politécnico y colector 13 pasó una Suburban negra viejita de la que me gritaron: “Mi jerú pasate del otro lado”. Cruce la avenida y aborde el vehículo. El tipo que venía con él era todo un personaje: calvo a rape, con lentes y una forma de hablar que salpicaba saliva en cada palabra, “él es el buen Gil”, saludos de protocolo intercambiamos. Se dieron las preguntas básicas: "Cómo has estado", "qué tal la familia" y "qué me cuentas". En el "qué me cuentas" pues solté mi rollo de cómo fui a parar de asesor mal pagado con un tipo enfermo de paranoia y esquizofrenia, y de mi forzosa salida por piernas ante sus locuras, lo que me llevó a llamarle el viernes anterior, lo bueno fue que me dijo “no te preocupes, vente el lunes nos vemos a las nueve a fuera del metro Lindavista”. Él por su parte comenzó de presumido, contándome que ahora ganaba muy bien y de cómo fue que les ofrecieron primero una coordinación regional en CONAGUA y luego la del IMSS, y las razones por las que optaron por la segunda. Para ese entonces ya habíamos llegado a una avenida (que hoy se que es Montevideo) y dejamos al tal Gil no sin antes darle indicaciones. Partimos a rumbo desconocido y llegamos no sé cómo (ahora lo sé, claro) a otras oficinas, entramos saludo a la gente, entro a una oficina y tomo una carpeta. “Vámonos” y subimos a una camionetita tipo Van, “Vamos a ver al jefe esta en Polanco”. Y ahí te vamos en el infernal tráfico de Periférico, aquel cante y cante todo el camino (como siempre) y comentando cosas: “no te creas, la policía le tiene respeto a la aguilita (logo del IMSS) y no se ponen tan mamilas”, “se me hace una jalada que te prohíban hablar por celular cuando pasas tantas horas metido en el tráfico, se pasan”. Llegamos al lugar y se bajo para regresar en unos 30 minutos más o menos, "el jefe ya no está aquí, pero le hablamos a Goyo su secretario para saber si estará mañana". Lo hizo y le dijo que sí. Ya para entonces íbamos de regreso a las oficinas donde dejamos la Suburban y tomamos el vehículo del IMSS. Total que ahí estaba el simpático Gil ya trabajando con unos papeles y facturas. Le solté la pregunta de cajón (y dado que ya había pasado toda la mañana nada más de “damo de compañía”): “Crees que haya chance de algo aquí con ustedes o no”, “tú no te preocupes mi jerú, mañana hablas con el patrón y veras que algo habrá”, “sale púes, entonces me voy”, “aguanta, voy a Vallejo y por ahí te acerco”. A la media hora subimos al auto de otro cuate “él es Jesús Alfaro" (hoy se que era y es, el jefe de servicios generales), ambos me llevaron al metro Politécnico y de ahí nos despedimos. “No se te olvide, mañana a las diez en la oficina del jefe, yo le hablo al rato y le digo que vas a ir”, “ajá y cómo llegó”, “metro Cuatro Caminos y tomas un micro que se vaya por la primera de mayo, donde veas un edificio azul ahí te bajas, primer piso”, “ok, adiós entonces”, “adiós mi jerú”. Al otro día entraba con Pepe Sigona, me regañaba por andar peleándome con los panistas de Morelos y me daba un empleo para empezar el día diez y seis en Tlalnepantla. Para mí, la vida cambio ese lunes, al grado que puedo recordar todas estas cosas. Después de eso solo lo vi unas cuantas veces más, no más de diez, pero su huella sigue aquí. "Parece que fue ayer cuando se fue al barrio que hay detras de las estrellas" y ya mañana hará un año que mi amigo no esta.

Se te extraña mi querido Pepe Landa, demasiado.

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