Estrujado quedo el corazón cuando ya no vio aquel destello
en sus ojos.
¿Dónde se habían perdido? ¿En que pantanos fueron tirados?
Ya no estaba la silueta, ni la risa, ni los encantos.
La mente recorrió pasados, momentos, espacios, recuerdos
gratos.
Llegaron lugares fríos, cálidos, lluviosos…
Tardes, mañanas, anocheceres…
Ese despertar de domingo, el alma se angustió solo de verle.
Ya poco quedaba de aquel ser que ilumino el camino.
¡Es ahora un pequeño cuerpo carcomido por no sé qué
maldición!
Las ganas contenidas de un abrazo, de una caricia tierna con
riesgo a ser de lástima.
Tomaba en sus brazos una vida pequeña de no sé cuantas más
haya parido.
Ya no había una flor radiante, la vida de tres décadas la ha
deshojado vilmente.
Ya no queda una flor en ese valle, solo un tallo marchito
que se seca rápidamente.
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