lunes, septiembre 10, 2012

Y vamos de nuevo...


México es un país muy complejo. Incluso en las pláticas de café con académicos, historiadores, sociólogos y demás, no falta quien aduce nuestra identidad a tiempos ancestrales o como parte del genoma del mexicano. No lo sé. Tal vez tenga algo de razón. No es mi materia y por lo cual ni ahondare, y mucho menos polemizare al respecto.
Lo que si se, lo que puedo observar día a día, es que estamos en una etapa donde (nuevamente) las cosas pueden evolucionar o involucionar, no creo que pase como en el régimen panista, que más bien fue un marasmo, un espasmo nacional, donde ni avanzamos, ni retrocedimos, sino todo lo contrario.
Este conjunto de factores son origen de las pasadas elecciones y sus precampañas. México (una parte) vio como un gran “show” la contienda: el niño bonito protegido por todos con la mujer guapilla y llenos de hijos, con su “pecado” arrastrando pero aceptado por su mujercita (la típica mujer abnegada mexicana) y un grandioso futuro con “y vivieron felices”. Esos mexicanos votaron porque simplemente se les ha pegado la gana votar por Peña Nieto. La razón de que “vendieran” o no su voto no es culpa del PRI, ni del copetudo muchacho, sino de esa degradación a la que ha llegado el valor del voto, lo vemos como una mercancía. Poco o nada hicieron las otras fuerzas políticas para rescatar de esa hoguera de vanidades el sufragio, por el contrario, pretendieron hacer uso de ello al querer “invalidar” la elección con esos argumentos, cuando de entrada sabían que era una misión imposible.
Por otro lado, hubo millones que, sin estar influenciados por esa imagen maniquea del voto, del niño bonito, de la dama joven, del éxito ajeno (a ver si nos toca algo o se les cae algo al suelo), salieron a votar convencidos de que ya es tiempo de que México cambie de rumbo y de forma de actuar y pensar. Esos millones también se dividen entre los ilusos adoradores del “tlatoani”, a los cuales les vendieron la idea de que sin caudillos no hay revolución (ni cambio), como también muchos otros que, más que atados a un líder, teníamos la idea de sentar la base de una transformación a largo plazo que nos pusiera en otras condiciones mejores, tanto interna como internacionalmente. Creímos, salimos y votamos. Dentro de este grupo estaba buena parte del #YoSoy132 (que no todo claro está).
Sin embargo el telón cayó y ya salió el sol de una nueva mañana. Ya despertamos en el pasado y vemos a Díaz Ordaz… perdón, a López Portillo…o que pues, a Carlos Salinas… me lleva, a este muchacho… Peña Nieto, como Presidente electo, a un panismo del tiempo anterior al Maquío, y de una izquierda que, a pesar de haber sido la segunda fuerza electoral, y ser la corriente que siempre ha sumado votos cada elección presidencial, hoy está de nuevo como en los años 80’s: dividida, desorientada y con ganas de todo pero sin saber para donde.
La salida de López Obrador de las filas del PRD y de cualquier relación con el Movimiento Progresista (PRD, PT y MC) hace temblar a toda la izquierda política partidista. Lo que hagan de aquí en adelante es decisivo para su futuro electoral, pero ojo, también para el futuro del país. Y es que esto no es un juego entre partiditos, es el andar cotidiano de una Nación, la nuestra.
El modelo que se ha venido aplicando en nuestro país (llámenlo neoliberal si quieren) a la fecha no ha dado los resultados que como Nación necesitamos. Seguimos atados e las exportaciones e importaciones de productos que bien podrían ser en sentido contrario (alimentos y artículos de primera necesidad), nuestra mano de obra es mal pagada, la política fiscal mantiene ricos y genera pobres, el esquema educativo por competencias solo genera año con año cientos de miles de incompetentes, ya que los primeros en no ser “competentes” son los maestros que se resisten a implementar programas de certificación y evaluación de su labor. Si hablamos de economía, pues basta darnos cuenta de la creciente informalidad de la misma y las penurias para mantener dentro de la legalidad a los “changarritos” y MIPyME’s. Estamos sostenidos por el petróleo (como desde hace décadas) y por un mercado interno basado en el crédito a largo plazo, el cual de un momento a otro colapsa y le decimos a España “quítate que así se joden las cosas, fíjate”. México requiere de un esquema más social, más de “todos o no la hacemos”, un modelos de izquierda moderna donde los que más tienen paguen más impuestos (incluso Obama se las aplicó en EE UU), donde al trabajador promedio no le expriman con el ISR y el IETU, donde la educación sea de verdad integral y de tiempo completo, donde se apoye a los que menos tienen con programas sustentables (comunidades indígenas, ancianos, madres solteras, huérfanos, discapacitados, etc.) y no con políticas “asistencialistas” que le dan para que ahí la lleven, pero no salen de su condición. En fin, algo más cercano a Brasil o hasta Uruguay, y el ejemplo puede ser el D.F., donde hoy día las condiciones son otras con respecto al resto del País.
¿La bronca? Simple y la misma. ¿Quién? ¿El eterno líder? No creo. La izquierda ha sido rebasada por la misma sociedad (ejemplo el #YoSoy132), la cual no confía en los partidos, pero quiere un cambio. Es aquí donde las figuras deben aparecer, pero no para recibir los vítores de las masas, sino para consolidar un modelo real de izquierda moderna mexicana que integre a todos aquellos que creemos en este cambio y dejen de lado las eternas mezquindades de las tribus y se alejen de esa tentación constante que es la “concertaseción”.
AMLO se va a fundar otro partido, si, otro, él sabe que lo hace por tener el control de las prerrogativas y de los dirigentes. Sueña con que, en 2018, todos los demás partidos, se le rindan de nuevo a los pies para que sea ungido como el salvador nuevamente. Veremos si Ebrad y Mancera piensan apoyarlo desde ya.

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